Cinépata: glu-glú, pata-pá

Javier Miranda-Luque






Me llamo Travolta Garcés. Febrilmente, fui concebido un sábado por la noche en el autocine Los Chaguaramos. Sobre el asiento trasero de un Dodge Charger RT, forrado en semicuero polivinílico. Mientras Olivia Newton-John (quien no es nieta de Isaac Newton y ni siquiera le gustan las manzanas) canturreaba alguna balada bobalicona y envaselinada como el copete del doctor Caldera. Mi psicoanalista me reitera cansinamente que de allí se desprenden mis politraumatismos mentales que somatizo cual perro pavliano enjaulado en los fotogramas de un film “gore” de ciencia-ficción. Vomito ante el olor inextinguible de las cotufas. Soy incapaz de apoyar mis posaderas sobre el asiento trasero de ningún automóvil. Me asfixian las burbujas sucesivas y detonantes de la cocacola, pepsicola, frescolita, fantanaranja, grapette, sevenup, chinotto, colitasifón, maltacaracas y Miriam Makeba jingleando su patapatacaracasgluglú. Detesto los noticieros cinematográficos de Bolívar Films y Tiuna Films. Ya habrán podido deducir ustedes que jamás he logrado pisar el interior de ninguna sala de cine ni he podido superar el estado de pánico angustioso que me produce comprobar que están pasando alguna película por televisión. De hecho, yo odio las pantallas de cine, televisión y hasta las de las computadoras. Con decirles que soy incapaz de “asomarme” sin sentir vértigo a la pantalla de mi propio teléfono celular. Pero he decidido ponerle remedio a esta locura de insania mía, a esta patética y esperpéntica fobia indiscretamente patológica que me azota con sus devaneos de séptimo batallón de caballería sin arte alguno. A partir de mañana mismo me voy a dedicar en cuerpo y alma, en pleno uso de mi obsesión y compulsión, a explosionar cuanta sala fílmica se atraviese en mi destino. Revisando la cartelera cinematográfica, en verdad les digo que se me antoja comenzar por las del Sambil y de allí pasar a las del San Ignacio. Deliro anticipándome al fuego fatuo que producirá el celuloide ardiendo y los espectadores falleciendo encantados por tanto “hiper-realismo” de los efectos especiales: tanto humo, tanta candela, tanto calor sofocante, tanto alarido impetuoso, tanto fragor, tanto correcorre hípico de 5y6 dominical, tanta sirena, tanta luz de emergencia prendida, tanta alarma desatada, tanto personaje de ficción desvaneciéndose por ¿fade, por black out?, tantos fragmentos de vidrio alojados en los rostros ensangrentados, tanta pupila caducada en eyaculación precoz de lágrimas, humor vítreo y acuoso, tanta deflagración de pop corn, tanta hemorragia de nestea light, tanto maní salado obstruyendo las laringes inflamadas. Hasta pienso aportar una pizca de creatividad asertiva y proactiva portando mi propio “soundtrack”, mi propia banda sonora portátil: nada mejor que el apocalíptico Jim Morrison cantando “this is the end, my friend”. THE END.



http://venezoolanos.blogspot.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no fui quien incendió UNIVERSAL STUDIOS.

Por si acaso.

Anónimo dijo...

La modalidad del autocine acaba de cumplir 75 años y fue creado en Nueva Jersey.

A quien le interese, puede leer aquí:

http://www.20minutos.es/noticia/386462/0/autocine/eeuu/hollingshead/